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martes, 5 de junio de 2012

El cuento del diálogo con la izquierda


Hace varios meses ya que el Perú gira en torno a la izquierda más radical. Todos los días tenemos que hablar de estos dirigentes que han secuestrado a un departamento y a una provincia, ocuparnos diariamente de tres o cuatro congresistas. Es decir, las mega estrellas de los medios son los radicales de la izquierda intransigente. Sus fotos se publican todos los días, son entrevistados en vivo, invitados a las radios y la TV. ¿No es tiempo de volver a la realidad y colocar las cosas en su verdadera dimensión? ¿Por qué tanta importancia a estos insignificantes líderes de la versión más ultra y extremista de la izquierda? ¿Son ellos la principal fuerza política de este país? ¿Por qué estamos girando en torno a ellos? ¿No será que hemos caído precisamente en el juego que les conviene y que buscan?

En primer lugar debemos entender que los radicales de izquierda viven del conflicto y la violencia. Ese es su caldo de cultivo. Al igual que las bacterias que medran en la carne infectada y purulenta, los radicales se hacen fuertes en el caos social. Les conviene pues mantener la conflictividad y crear más conflictos. Y si uno estudia bien la realidad, descubrirá, sin mucho esfuerzo, que todos estos llamados "conflictos sociales" son invenciones de la izquierda radical. Ellos lo generan, aunque ingenuos visitantes como Alvarito Vargas Llosa digan que pensar eso es ingenuo. No es casualidad que detrás de cada conflicto haya un dirigente comunista de Patria Roja o Tierra y Libertad o ambos, porque ahora se dan la mano. Los demás conflictos sociales reales -que los hay- se solucionan y resuelven muy rápidamente, como fue el caso de Sullana por el lío de la merluza. Pero donde están los radicales de izquierda son los que nunca se solucionan. (Continúa...)


No es pues casualidad que estos radicales hagan fracasar cuanto intento de diálogo se plantea. Allí están los casos visibles y frescos de Cajamarca y Espinar, petardeados por los propios dirigentes extremistas para luego pasar rápidamente al paro, la marcha y el caos social. En Cajamraca empezaron poniendo en duda el EIA de Conga. Ellos mismos propusieron un "peritaje internacional". Cuando el gobierno accedió, se pusieron tan nerviosos que de inmediato inventaron sus propios peritajes. Y cuando al fin se supo el resultado del peritaje, los ultras patearon el tablero porque no les daba la razón. Y ahora siguen allí con su misma intransigencia. Pese al EIA y su peritaje, siguen con su tozudez de que la minería es inviable. 

Como se ve, no hay diálogo posible. Pero ellos tampoco quieren el diálogo. Hacen todo lo posible para que el diálogo fracase. No quieren dialogar con cualquiera. Ponen condiciones. Han llegado a la majadería de descalificar al Premier y exigir la presencia del propio Presidente, sabiendo de antemano que ello es improbable. Lo saben bien. Sin duda no es más que una treta para hacer naufragar el diálogo porque en el fondo no quieren ningún diálogo que pueda llevar a una solución. ¿De qué vivirían? ¿Cómo se publicitarían? ¿Quién se ocuparía de ellos? Además el diálogo para qué si no están dispuestos a aceptar la inversión extranjera ni la actividad minera. El ex cura Arana ya ha dado su sentencia final: "se debe eliminar la minería de todo el territorio nacional porque no hay minería que no contamine". 

No solo quieren imponer al interlocutor del gobierno (el propio Presidente de la República) sino que además pretenden imponer a sus dirigentes sociales salidos de la nada como interlocutores válidos. Quieren que estos huachiturros de la política barata se sienten a negociar con un ministro de Estado. Más majadería no se puede pedir. Y desde luego, la agenda es el cierre de la minería en el Perú. Los progres que escriben en sus columnas mediáticas les hacen la corte interponiendo planteamientos claramente antimineros como la "ley de consulta previa" y el famoso "ordenamiento territorial" que en buena cuenta pretende definir dónde se puede hacer minería. O sea, una verdadera estupidez, porque la minería se hace donde hay vetas y minerales y no donde se le antoja a un burócrata de tercera categoría, y para más, de izquierda.

Con estas dos herramientas legales los rojos pretenden desterrar la minería. Pero los radicales no piensan esperar tanto. Ellos ya están dispuestos a presentar batalla para que la minería sea desterrada del Perú. ¿Son realmente tan poderosos estos radicales de la izquierda ultra? El gobierno legítimo del Perú tiene que doblegarse ante los caprichos y majaderías de este conglomerado de fanáticos intransigentes? Una vez más creo que ya es hora de enseñarles qué significa un Estado de Derecho y quién es el que tiene la autoridad legítima en este país. La pregunta es si Ollanta Humala está dispuesto a imponer el orden y a no dejarse intimidar. Creo que el Perú entero ya está cansado de esta situación y de estos dirigentes ultras.

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