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sábado, 31 de mayo de 2014

Provincia peruana, 'minidictadura' violenta



CHIMBOTE, Perú (AP) — Uno por uno, los altos funcionarios que llegaron de la capital tomaron el micrófono y se disculparon ante un auditorio repleto de gente furiosa que había vivido con temor. Los funcionarios reconocieron que no habían evitado el asesinato político anunciado por su víctima. Su integridad estaba siendo cuestionada.
El fiscal de la Nación, el contralor y el presidente de la Comisión de Investigaciones del Congreso, que ahora celebraba una audiencia pública, ignoraron las pruebas que Ezequiel Nolasco, ahora asesinado, les mostró a la cara durante meses.
Después de sobrevivir un intento de asesinato en 2010 tras denunciar corrupción en el gobierno, Nolasco advirtió en repetidas ocasiones que su departamento de Ancash estaba controlado por una mafia que saqueaba las arcas públicas, mataba a gente que no podía comprar o intimidar, espiaba a sus enemigos, usaba a la policía como espías y a periodistas para destruir la imagen de sus contrarios.
Un sicario lo mató el 14 de marzo, de cinco balazos. El ex líder sindical de la construcción murió cuando se detuvo a tomar una cerveza antes de dirigirse de Lima a su casa en Chimbote, en la costa, donde viven casi la mitad de los 1,1 millones de habitantes de la provincia de Ancash.

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Ese departamento vivía bajo el control absoluto de un gobernador que la gente del lugar comparaba con el legendario mafioso Al Capone, según Nolasco. Su maquinaria política era lubricada por decenas de millones de dólares provenientes de los ingresos mineros que habían convertido a Ancash en el departamento más rico del Perú.
"Es una minidictadura", dijo Christian Salas, el procurador anticorrupción enviado desde Lima a poner la casa en orden. Salas pidió la encarcelación del gobernador César Alvarez mientras se reviven más de 100 casos de corrupción en su administración y dijo que la procuraduría de justicia y los tribunales locales "estaban tomados por la delincuencia".
El viernes, un juez local prohibió a Alvarez, a su principal asistente de prensa y a cuatro periodistas salir del país durante cuatro meses mientras los investigan por peculado y asociación ilícita para delinquir.
Feudos personales llenos de corrupción no son cosa rara en las democracias latinoamericanas, pero los politólogos dicen que Ancash es un caso extraordinario por su alcance y brutalidad.
"Este individuo fue demasiado lejos", dijo Edward Gibson, profesor de la Universidad Northwestern, quien califica el fenómeno de "autoritarismo subnacional".
Steven Levitsky, de la Universidad de Harvard, dijo: "No conozco muchos casos con tanta violencia", quizás con la excepción del sur de México.
Álvarez demoró varios años después de ganar su primera elección en 2006 en silenciar a la mayoría de sus rivales y supuestamente comprar la lealtad casi total de los medios noticiosos locales. Mientras tanto, los asesinatos por contrato se convirtieron en algo rampante, y representaron dos de cada cinco de las más de 100 muertes violentas en el estado el año pasado, según el ministro del Interior de Perú, quien dijo en el Congreso que ninguno de esos casos se ha resuelto.
En el caso de Nolasco, Alvarez indujo a jueces a suprimir pruebas de que uno de sus principales aliados organizó el intento de asesinato del ex líder sindical en 2010, alegó la propia víctima. Nolasco recibió dos balazos y sobrevivió, pero su hijastro de 24 años murió tratando de salvarlo.
Nolasco, entonces congresista por su departamento, había acusado a Alvarez de planear el desvío de millones de proyectos de obras públicas.
Si hija Fiorela, de 20 años, dijo en una entrevista en la residencia de la familia que tras el intento de asesinato de su padre fue expulsado de la dirección del sindicato local de la construcción por gente leal a Alvarez.
"Gente armada tomó la central del Sindicato de Construcción Civil y la policía armada ayudó", dijo la joven, mientras escoltas policiales recién llegados de Lima observaban sin hacer nada, asomándose de vez en cuando a la calle a oscuras y sin pavimentar.
En una entrevista la semana pasada con The Associated Press después de anunciar que no se postulará a un tercer período en los comicios de octubre, Alvarez negó tener responsabilidad alguna en el asesinato de Nolasco o de ningún otro delito.
"La gente me mira como a un asesino. Entonces, ¿quién ha perdido? Dígame usted. El único perdedor con la muerte del señor Nolasco soy yo", dijo Alvarez.
"Lo perdí todo", agregó, mientras los escoltas vestidos de civil, uno de ellos con una maltrecha pistola en la cintura, custodiaban la entrada de su modesta vivienda.
"Si siguen matando a la gente me van a culpar a mí", dijo Alvarez, y sugirió que un rival político pudiera "estar maquinando todo".
Por su parte, Salas centra su atención en el antiguo puesto de mando clandestino llamado "La Centralita", desde donde Alvarez supuestamente dirigía una estructura en las sombras que entregaba casi 1 millón de dólares mensuales en sobornos.
A cuatro procuradores que trataron de registrar "La Centralita" en 2012 no los despidieron, sino que fueron acusados de abuso de autoridad por Carlos Ramos, nombrado el miércoles fiscal de la Nación, cuando dirigía la unidad de disciplina interna de la entidad.
El predecesor de Ramos, José Peláez, engavetó el año pasado la investigación sobre las finanzas de Álvarez, alegando que el gobernador no tenía ninguna propiedad.
"Siempre he vivido de manera austera", declaró Alvarez a la AP, agregando que ni es dueño de la casa donde vive. Dijo que pertenece a sus suegros.
El único aliado político de Nolasco en Lima, el congresista Modesto Julca, pidió en julio pasado que se impusiera el estado de emergencia en Ancash. Julca contó casi una docena de asesinatos políticos, entre ellos los de un alcalde, un antiguo alcalde, un periodista y el testigo clave en el caso de Nolasco.
"A cada ministro le dije: 'Oye, hay amenazados, están matando'. Pero nadie prestó atención".
Ese mes, un niño de 9 años le entregó a la procuradora anticorrupción Nancy Moreno un sobre de papel manila con una bala adentro. "Deja de joder ", decía la nota que acompañaba la bala. "A mí nadie me toca".
Moreno, una de un puñado de funcionarios públicos que se ha negado a doblegarse ante Alvarez, está prisionera en su propia casa desde entonces.
Constantemente acompañada de escoltas, le han aconsejado que no esté más de una hora en el mismo lugar.
"Toma pastillas para poder dormir", dijo su esposo, Ismael García.
El arrojo de Moreno le ha ganado admiración y fue homenajeada en la audiencia especial la semana pasada de la comisión de investigaciones del Congreso con gritos de "¡Nancy! ¡Nancy!", en un acto celebrado a una cuadra de la bahía donde atraca la flota pesquera de Chimbote.
Moreno se sentó en el auditorio junto al mismo comité legislativo que votó en julio no investigar a Alvarez.
El padre Luis Palmino, ex alcalde de Yungay, en el altiplano, fue uno de más de 130 testigos que contaron al comité sobre asesinatos por contrato, jueces que obstruyen la justicia, policías corruptos y la sumisión de medios noticiosos locales.
Unos matones lo golpearon y le rompieron varios dientes en 2010, dijo, y tres hombres armados trataron de matarlo. Desde entonces está oculto.
"Vivo constantemente cambiado de lugares", dijo. "Mi teléfono está intervenido".
Palomino no acudió a la policía, dijo, porque Alvares tenía comprada a la fuerza policial local.
Al igual que otros, se ha sentido impulsado a hablar a los medios tras el espectáculo mediático desatado por el asesinato de Nolasco.
"Mi papá siempre decía: 'El día que yo muera cae la mafia' ", le dijo Fiorela Nolasco a la AP.
Luis Luna, decano del Colegio de Economistas de Perú, dijo que los efectos de la corrupción han sido devastadores. Ancash tiene sólo 5 millones de dólares en sus arcas después de una orgía de obras públicas entre las que hubo proyectos fantasmas y otros que no se han terminado.
Entre estos últimos está el coliseo deportivo de Chimbote, al que se asignaron 11 millones de dólares.
La construcción se detuvo hace más de dos años por razones que no satisfacen a Moreno.
El proyecto es ahora un amasijo de estructuras parcialmente terminadas de concreto y varillas de acero oxidadas que se levantan de la arena como una especie de Stonehenge enclenque.
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Franklin Briceño contribuyó a este reportaje desde Lima.
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